jueves, septiembre 11, 2025
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Los microrelatos de Esains

En la prosperidad y en la adversidad

Se repone de su primera sorpresa: la basílica está desbordada. Se siente como en el borde de un escenario, rodeado de público junto a su madre, que endurece el gesto solo para neutralizar cualquier nudo en la garganta inoportuno.

El cura, con la misma expresión mansa de cuando bendijo las alianzas de plata en aquella capilla Stella Maris tan humilde, completa el cuadro.

¿Quién se habrá ocupado de planchar la camisa blanca, la flamante funda de piqué de la gorra, de cepillar esos zapatos negros que parecen de charol? Nunca había estado tan cerca de Buckingham, reflexiona.

Pompa y Circunstancia N° 1 de Elgar —la única pieza de las tres elegidas en la que coincidieron sin pleitos— lo saca de su abstracción.

El templo, obstinadamente austero, se ilumina de repente. No sabe si por la técnica precisa de algún operador eclesiástico o por las sonrisas deslumbrantes que la novia —velo y rosario— y el padre —charreteras y espada— van regalando a los presentes en su trayecto al altar.

Dos décadas después de las alianzas provisorias tuteladas por Stella Maris, un café sin alma de la calle Juramento enmarca la mudez de ella y la mirada perdida de él.

No, no se lo va a replantear, insiste él. No, no va a haber otra oportunidad. La impotencia de ella se va transformando en enojo, sin que intente reprimirlo. Es un volcán que tendrá que ver estallar a solas.

El adiós, tácito, sumerge al café en una niebla palpable, invasora, que deja atrás con torpeza buscando el aire nuevo que lo acompañe a inaugurar su soltería.

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