Cada año llega marzo con sus fechas que marcan una tradición popular. Comienzan las clases, siempre con la promesa de tener cada vez más días hábiles. Este año serán 190. Ya veremos. Claro que previo al inicio del ciclo lectivo está la puja entre el gobierno y el sindicato por el tema salarial.
Marzo también trae consigo el comienzo del otoño, una de las estaciones más bellas de Mendoza y este año lo comenzaremos con los carnavales.
Pero sin dudas el hecho más singular y tradicional es la vendimia y sus fiestas, que son verdaderamente populares. La vid es el símbolo icónico de nuestra provincia al igual que su fiesta central.
La vendimia es época de alegrías. Se recoge el fruto de un año de esfuerzos y esperanzas. La uva que ha de convertirse en vino.
Es cierto que depende del ángulo desde que se la mire. No es igual para el propietario pequeño, del bodeguero poderoso, del contratista o del cosechador.
Cada uno de ellos tiene sus motivos por los que celebrar. Todo dependerá de cómo haya sido el año, de las lluvias pocas o demasiadas, de las tormentas, de las heladas, del granizo…en fin, los imponderables que son frecuentes en nuestra provincia. Si el año fue bueno, lo fue para todos.
Y está bien festejar. Es bueno que cada departamento tenga su propia fiesta y elija a su representante para el acto central. Por suerte se dejó de lado la absurda discusión si se coronará a una ‘reina’ o a una representante. Mendoza no se convertirá en una monarquía por tener a la reina nacional de la vendimia.
Además, no se trata sólo de la elección de una candidata, sino de la magnífica fiesta que está considerada como una de las mejores del mundo.
Volvamos a los protagonistas de la vendimia: los cosechadores. Sin ellos el racimo se queda en la planta. Cada año los viñateros se quejan de que cuesta conseguir personal para la cosecha. Y cada vez hay menos obreros ‘golondrinas’ que vengan a la vendimia. No es tarea fácil ni sencilla cosechar la vid. Y no siempre es bien paga. En general se paga por tacho cosechado. Hay que ser rápido, ágil en la faena. Llenar el tacho, correr por el callejón y volcarlo en el camión. Así toda la jornada. Soportando el calor, el sudor, las moscas… Si la viña “está buena”, si hay racimos sanos y abundantes, entonces la jornada rinde. Un buen cosechador puede sacar poco más de cien tachos por día.
Ahora hay grandes viñateros y bodegueros que están apostando a la cosecha mecanizada. Suplantar al cosechador por una máquina.
La cosecha mecanizada es protagonizada por una máquina que sacude las vides para que las uvas caigan a una cinta y se almacenan en la propia máquina. Luego son trasladadas hasta una tolva y se descargan en los camiones. Una cosechadora mecánica suplanta 50 cosechadores de buen rendimiento. Además, la cosecha mecánica puede hacerlo de noche, puede levantar seis hectáreas en un día. Hay que adaptar los viñedos para este tipo de cosecha, hay que cambiar la fisonomía de la finca, para que la máquina no dañe a la planta.
Si esta tendencia se acentúa dejaremos de ver a cosechadores en la punta de la hilera comiendo un churrasquito para ver a máquinas echando humo.
Pero ahora es tiempo de cosecha y de festejos. ¡Salud!