Chacras de Coria ha tenido siempre entre sus habitantes, permanentes buscadores de trascendencias existenciales, exploradores espirituales. La singularidad de algunos los ha llevado a conocer lugares cargados de sabiduría.
La vecina doctora María Elena Elaskar, médica desde hace treinta años, ha viajado recientemente a India, a Rishi Kesh, la ciudad del Yoga por excelencia, con una de sus hijas practicante de Yoga también. De sus tres hijas, dos son profesoras de esta disciplina.
Su interés por esta disciplina comenzó desde muy joven. Después de algunos años de alejamiento sintió la necesidad de estudiar y de enseñar. Cursó la Licenciatura y ha podido abrir su propio instituto Chackras Yoga sobre calle Mitre (NdelaR: donde también tiene su consultorio médico).
El viaje a esta ciudad ha incluido una magnifica y única experiencia de estadía en un ashram donde la meditación, el estudio de textos sagrados, la practica de yoga y otras disciplinas espirituales junto con el intercambio de conocimientos y el crecimiento personal han impactado muy hondo en estas viajeras visitantes de una cultura muy diferente.
Han podido ser testigos de una efervescencia espiritual que parece impregnar todo. Tal vez por estar en las estribaciones del Himalaya, o por estar a orillas de un rio Ganges sin contaminar o porque aprendieron sin olvidar la sencillez de vivir con lo que la Vida les provee.
El hecho de ser una profesional de la salud en ejercicio nos hace pensar en la fantástica influencia que puede tener María Elena en nuestra población estresada, con un alto grado de ansiedad colectiva, con la problemática de vivir con la velocidad instalada en sus cuerpos, desde el mismo consultorio difundiendo la serenidad que se adquiere cuando aprendemos a respirar, por ejemplo.
Trasvasar una cultura a otra es literalmente imposible pero no es imposible difundir herramientas comunes para calmar nuestra agitada vida carente de aceptación y agradecimiento.
Maria Elena, nacida y criada en Chacras, creció en un pueblo descontaminado de agitación y de voracidad por el dinero. Ese pueblo tenía la bicicleta como transporte y era disfrutado como el vehículo que permitía pasear y como el vehículo facilitador para llegar al trabajo.
El pueblo donde ella creció tenía casas de veraneo para aquellos que en los meses de calor
venían a disfrutar de las caminatas a lo largo de acequias con aguas cantarinas iniciadas en la montaña, con un increíble microclima.
El presente ha llegado con una delirante explosión demográfica. Se siente en el aire la violencia del trato en la comunidad. El atropello y la velocidad en las calles muestra el exceso de autos contaminantes.
Tal vez, presencias con objetivos trascendentes como el de María Elena puedan aplacar y mostrar senderos de paz y quietud en un tour espiritual de auto conocimiento y serenidad.
Por Onelia Cobos