miércoles, octubre 29, 2025
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Cruzada por nuestro patrimonio. Un lugar para salvar a los olivos mendocinos

La tala de miles de hectáreas cultivadas para destinarlas a loteos es un fenómeno que avanza y arrasa. Dos apasionados por la olivicultura pusieron en marcha un plan de rescate y en La Guardería de Olivos ya hay casi cuatro mil árboles centenarios que escaparon de la motosierra.

Por Francisco Guerrero

«En vez de meterle motosierra y mandarlo a leña, nos llamás a nosotros, que vamos con la retroexcavadora, un camión y junto a un grupo de personas nos llevamos el olivo para trasplantarlo en nuestra guardería», resume Gabriel Guardia a la hora de explicar la cruzada que está llevando adelante: salvar a la mayor cantidad de olivos posible, gran parte de ellos centenarios, frente al avance de la urbanización sobre las zonas cultivadas del Gran Mendoza. Maipú es el sitio del área metropolitana que cuenta con la mayor cantidad de estas plantas y allí, en Chachingo, se encuentra la Guardería de Olivos, que Gabriel y Alejandro Vigil pusieron en marcha hace unos meses. Casi 4.000 árboles ya han rescatado y tienen una larga lista de espera que sobrepasa los diez mil.

Gabriel cuenta que hace un tiempo, luego de «putear» durante todos estos años contra una realidad que prácticamente sentenció a muerte a los olivares. «En Mendoza, cuando éramos el productor número uno del país, teníamos 20.000 hectáreas de olivo, hoy quedan 5 mil has y se van talando todos los días.  Esas 5000 no están todas productivas, están en proceso de abandono. Es una realidad que no es por culpa de los barrios, en realidad, los loteos vienen a suplantar una ecuación económica que no les cierra a los productores», sintetiza. Y agrega: «Si tener olivos fuera rentable, el propietario los cuidaría, como ocurría antes y como pasa hoy en España, por ejemplo. Básicamente, en Mendoza nos quedamos con estos olivos tradicionales, aquí tenemos pocos olivos por hectárea, que significa pocos kilos por hectárea. Luego de la cosecha, al productor no le cierra un año y durante ese período no tiene para echarle fertilizantes, no tiene para curar y podar. Entonces, el año que viene tenés menos producción y así sigue la vida durante 20 años y hoy tenés un montón de hectáreas descuidadas  e improductivas».

Guardia añade que los pocos que quedan «se sostienen porque el viejo que está con esos olivares los cuida con una pasión enorme, porque toda la vida se dedicó a eso. Pero cuando el viejo se muere, los hijos, que ya son profesionales, desvinculados de la tarea agrícola, no saben qué hacer con la finca y por otro lado vieron que al padre se lo llevó la úlcera que le generó la finca y es ahí donde tarde o temprano ese campo se termina vendiendo y se lotea».

La tarea de rescate es una cruzada que se han propuesto estos dos apasionados por la Mendoza olivícola y vitivinícola. Gabriel comenta que, frente a todos los pronósticos de sus amigos, que le dicen que su batalla lo llevará a la ruina, él sigue adelante y va por la hazaña. Pero aclara que escucha los consejos y en este sentido han creado una Fundación con el objetivo de buscar la colaboración de empresas que quieran sumarse a esta movida. «La Guardería se sostiene de nuestro bolsillo, pero un día vino un amigo que conoce el tema y me dijo: «no mi hermano, te vas a fundir si seguís así, tenés que hacer una fundación para que las empresas puedan colaborar y a la vez ellas se beneficiarán con la emisión de bonos verdes para el caso de las empresas que quieren reducir la huella de carbono. La idea es que las empresas interesadas aporten una máquina y nosotros les plantamos los olivos donde ellos quieran, puede ser en nuestro lugar o donde dispongan. Sería bueno tener cientos de guarderías productivas», piensa ilusionado Gabriel.

 Aceite de las plantas rescatadas

Es que la producción de aceite para estas plantas rescatadas sigue en pie. Justamente existe un plan diseñado por Guardia y Vigil, de poner en marcha la producción de un aceite que resulte de esta cruzada. «El aceite se llamará Guardería, fue una idea de nuestra responsable de las redes, de nuestra marca Corazón de Lulunta. Ella nos dijo que teníamos que tener una marca identificada con este salvataje de los olivos y estamos en ese proceso para poder salir a corto plazo. Se comercializará en Corazón de Lulunta y trabajaremos mucho con las redes, porque necesitamos que sea de alcance nacional. Este aceite es especial para mí, porque será el producto de un acto muy noble, de olivos rescatados».

El grueso de los olivares del Gran Mendoza está en Maipú, «también se está dando en la Zona Este, pero el problema está en Maipú, que se ha transformado en una zona re cheta para el barrio», asegura Gabriel entre risas. Y añade: «tener que sacar un olivo, tiene un costo elevado, porque lo tenés que sacar de raíz. Es un trasplante, son plantas que tienen troncos grandes y raíces profundas. La Guardería está sobre Videla Aranda, en un predio contiguo a la bodega Carinae, en Cruz de Piedra. «Allí lo replantamos, lo cuidamos y le ponemos un cartel con el nombre de la persona para que en la posteridad se sepa que vos tuviste la oportunidad de salvarlo en vez de mandarlo a leña, que elegiste preservarlo», expresa Guardia. Y cuenta que la primera Guardería comenzó de manera informal hace un tiempo y los primeros olivos rescatados se replantaron en la Estancia Uspallata. «Es un lugar fantástico, allí están los primeros 30 olivos que rescatamos. Luego fuimos a Chachingo, llevamos otra gran parte. Otro paño está en la propiedad del Ale. Finalmente adquirimos la finca de Videla Aranda. Es una movida muy interesante, porque la gente se solidariza y tenemos una larga lista de espera, el gran límite es la billetera».

 Plantas centenarias

El ex responsable de aceites Laur, calcula que la hora de máquina está entre los 80 y 100.000 pesos, más el camión para trasladarlo: el flete inter Maipú cuesta unos 200000 pesos. A eso hay que sumar las dos personas que se suman al traslado y que luego se encargan de hacer los pozos y taparlos. Felizmente, cuenta que han mantenido una charla con el intendente de Maipú, Matías Stevanato y les han prometido apoyo, para disponer de maquinaria.

Gabriel se imagina un futuro apocalíptico si abandona su titánica tarea: la desaparición de los olivos mendocinos. «Mendoza se va a lamentar mucho cuando vea que desapareció ese patrimonio”.

Hoy no se toma conciencia, que todas estas plantas que tienen entre 100 y 150 años, son la genética original que trajeron nuestros abuelos de España e Italia. Estos árboles no salieron de un vivero, vinieron en una maceta en un barco y los plantaron nuestros abuelos. Es triste ver que, de un día para otro, nosotros le metemos hacha a 10 hectáreas de una vez».

Guardia profundiza esta idea: «Hoy hablamos de varietales, hacemos aceites de varietales, pero antes los viejos plantaban y sólo pensaban en aceitunas aceiteras y de conserva. Dentro de las aceiteras tenías todas las españolas e italianas, todas juntas, no se separaban. Incluso he visto olivos con tres variedades en una misma planta, porque nuestros viejos productores hacían injertos. Esta es una parte de las bonitas e interesantes historias detrás de nuestros olivos».

Dice el experto

La presión del crecimiento urbano y la necesidad de diversificación de cultivos están desplazando a olivos, muchos de ellos centenarios. El mantenerlos, es parte de un ADN que viene de la resistencia simbólica frente al avance del desierto y la pérdida de un legado rural.

 

La labor de salvar, mantener y cuidar nuestros olivos, no solo implica el traslado físico de los árboles, sino también la conservación de la memoria agrícola y cultural que estos representan. Cada planta de olivo cuenta una historia de tiempos pasados que dan testimonio vivo de nuestra Mendoza productiva de antaño, resguarda una historia ligada a la tierra, al trabajo rural de hombres y mujeres que dedican su vida a cultivar los olivos y a la identidad local revalorizando el vínculo entre las nuevas generaciones y sus raíces.

 

Esto es una evidencia concreta de que con ganas y esfuerzo podemos convertir a nuestra olivicultura no solo en una actividad económica, sino también en una forma de resguardar un legado vivo de tradición y cultura de una provincia profundamente ligada al olivo.

 

Prof. Ing. Agr. Mgter. Ramón Ariel Barros

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