Arquitectura rural
La arquitecta María Sola, hija del poeta Alfonso Sola
González y de Graciela Maturo, pioneros vecinos del bello reducto Cerro San Luis, el primer barrio privado de Chacras, de calle Benito de San Martín, vive en la provincia de Salta desde hace tiempo y allí se dedica, entre otras cosas, a restaurar viejas propiedades, como la que nos relata en esta nota.
…. “No se puede restaurar”…”Lamentablemente no se puede hacer nada“…Los dueños de esta hermosa casa en el Valle de Lerma salteño estuvieron por demolerla. La construcción ni figuraba en el precio del campo, funcionaba como depósito rural, no tenía luz; el baño y la cocina eran externos y las ventanas con postigones de madera maciza eran originalmente sin vidrios.

José Fernández, descendiente de andaluces y vecino de la zona, vio al comprar que la casa estaba a unos cien metros del camino de acceso, abandonada y casi tapada por la vegetación y pensó en demolerla para ampliar la superficie de cultivo.
La construcción, con una importante galería al frente Sur, tenía un cuerpo principal con cabriadas y cuartos en hilera conectados por puertas dobles con herrajes originales y una segunda galería al Norte, que daba a un patio con construcciones precarias y derruidas. Por estar cerca de una acequia la casa había sido invadida por “serenos” y moras y los techos de tejas habían sido reemplazados por chapa, permitiendo que el agua entrara en algunos de los bordes, haciendo daños menores pero notables.
Eran malos tiempos para la arquitectura rural. La propia casa atribuida al General Martín Güemes, de 1812, había sido demolida no muy lejos de allí por los propios organismos del Estado que debían protegerla. Por el contrario, muchas estancias habían sido restauradas por sus dueños desde siempre en Salta. El turismo internacional, que no dejaba de incrementarse, agradecido.
El cuerpo principal de la “sala” -nombre que se le da a los cascos de estancia en el Norte- estaba intacto por lo que sus dueños pensaron la posibilidad de arreglarla. Entonces me llamaron. Yo había trabajado en obras nuevas de adobe y piedra, tenía estudios en patrimonio y había intervenido en varias restauraciones y puestas en valor de propiedades rurales. Muy cerca de allí, con el equipo de albañiles criollos de Julio Borja y Rubén Pogonza, habíamos hecho un trabajo de rescate durante varios años para el actor norteamericano Robert Duvall y su esposa argentina, quienes habían comprado la finca “La Merced Chica” a la que luego llamarían “Hauses of Jasmines”.
Duvall y su esposa, acostumbrados a pasar las vacaciones en Europa, hicieron restaurar, además de la “Sala”, desde el ranchito de adobe de los peones hasta una vieja escuela rural que se transformó en SPA. Llevamos a los nuevos clientes a ver esta obra. Se convencieron y en pocas semanas nuestro experimentado equipo de rescate patrimonial estaba trabajando para ellos.
La restauración
La obra tiene dos partes. La primera es la restauración del antiguo casco de estancia o “Sala”, de fines del S. XVIII. La galería Sur, con columnas octogonales tiene algunas influencias italianizantes de la segunda mitad del S. XIX. En conjunto, podríamos decir que se trata de una obra de arquitectura “colonial tardía” ya que las técnicas constructivas con teja, tejuela y alfajías son propias de este estilo. Se repusieron los techos de tejas con piezas artesanales del Valle Calchaquí y se reconstruyó el arco del zaguán. No hicieron falta intervenciones de fondo.
La segunda parte de esta obra es la ampliación de esta casa, reconstruyendo en parte las construcciones perdidas en la parte Norte. La idea es que se vea cómo, incorporando algunos elementos antisísmicos, la tecnología y los materiales que estamos usando son casi los mismos que los que se usaron en la obra colonial.
Intentamos no imitar porque cada tiempo tiene su modo de expresarse, pero hay formas y materiales que no tienen tiempo: la piedra, adobe, teja, cal y madera son materiales bellos y elásticos. Se adaptan al invierno seco de noches heladas y mediodías cálidos y materiales esponjosos que soportarán el verano lluvioso saturándose para emitir poco a poco el agua en el sol del otoño.
De la puna se puede bajar la piedra tallada usada en la escalera y dinteles de la cava, del propio campo de cultivo han salido durante centurias pilas de cantos rodados, los materiales de los muros son adobe y piedra pero con vigas y columnas antisísmicas de HºA.
Los revoques son contemporáneos, los arcos de adobe son arcos de compresión, las maderas rústicas de los techos provienen de una oferta de madera dura que se ha incrementado en las últimas décadas -Salta es área de frontera agropecuaria caliente por la ampliación de la zona sojera y la madera debe usarse-, los elementos cerámicos, pisos, tejas y tejuelas son artesanales del Valle Calchaquí.
Cada obra es un mundo. En esta es importante la participación de los usuarios, la mano de obra criolla o boliviana. Durmientes en desuso o herrajes que se hacen en la propia herrería. Hasta una avenida de olivos que llegó en pie desde Catamarca. El tema es seguir las viejas reglas de juego de la arquitectura rural, ser flexibles, abiertos y participativos.

