miércoles, octubre 29, 2025
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Ping pong de vecinos: Pablo Pastorella

-¿Hace cuánto vivís en Chacras?

-No vivo en Chacras, viví durante diez años, de los 19 a los 29, pero de aquel tiempo he transitado sus noches más de 1000 veces, siento que sus madrugadas me han adoptado como a un hijo de los sueños.

-¿Cómo llegaste hasta ahí?

Me llevaron  unas iris, que eran dos budas de lapislázuli, una jardinera roja y un antiguo reloj de bolsillo que colgaba en sus caderas… Me enamoré de los canales, de las vías del tren, soy un amante de todo lo que subyace, de las márgenes… una vez caminando por un río seco encontré entre dos álamos una piedra hermosa de líneas transversales, rayas grises y rayas verdes; aún la conservo; es para mí un tesoro inestimable. Las arboledas… el aroma de los plátanos de la calle Mitre. Fue un tiempo de mucha lectura en una biblioteca octogonal, de mucha calidez, de mucha fraternidad con los gatos, con el misterio.

-¿Cuántos años tenés y a qué te dedicás?

-Tengo 37 años, soy artista, de momento estoy más centrado en la Escultura, también soy Psicólogo Social, Profesor de Educación Física y además escribo… Hace poco un muchacho me preguntó si era escritor y mi respuesta fue inmediata; le respondí: ¡No! ¡Yo soy poeta! Creo que en estas esferas donde voy saltando y desarrollo mi libertad son como las piedras de un río… me sostienen siempre y cuando brille la poesía en estas prácticas concretas. Que son muchas más de las que he nombrado…

-¿Qué recuerdo en Chacras te resulta imborrable?

-Quizá alguna tempestad… no tengo la edad suficiente para recordar el año. Fue una gran Granizada, fue terrible yo andaba por la calle Besares cerca de Darragueira, el caos, los coches varados o deslizando, y todo el verde de los árboles martillado por el cielo, las hojas y el hielo rebalsando en las acequias, los troncos desnudos y trisados… me resultó  desolador.

-¿A qué vecino rescatás como ejemplo de solidaridad y por qué?

-El vecino de de Chacras es solidario, me resulta interesante, como se movilizan tratando de ayudar a Pablo que según sé se  encuentra viviendo en condiciones muy precarias. Ojalá le puedan dar una mano, no he hablado con él pero lo he visto bailando, sonriendo con chicos. Además recuerdo con simpatía a don Checidio, en su negocio compraba una ropa vintage que era el colmo del lujo.

-¿Qué es lo que más te gusta del lugar en el que vivís y que es lo que menos te agrada?

-Pareciera que todos los árboles se han mudado allí, me gusta el contraste de cierto abandono de pueblo junto a lo nuevo.  Las calles, las esquinas. Y me desagrada, que hayan tantas trabas, para que los músicos puedan realizar espectáculos en vivo, me parece una falta de respeto al trabajo del artista, que hace la música; más que alegrarnos, y los artistas que intentan conmovernos, habría que poder consensuar esta posibilidad con los cuidados necesarios para no molestar a otros no… pero me resulta muy extraño…

-¿Cómo propones cambiar esto último?

Me gustaría que se autocomvocaran en el reclamo, claro que estaría del lado de la música de la expresión.

-¿Tu rincón favorito?

Me encantaba una casa que tenía dos perros de bronce en uno de los costados, descansando bajo una parra de glicinas, rejas de hierro labrado, galerías con mucho vidrio, la fumé desde afuera y entré con la imaginación para escribir un cuento… un día pasé y ya no estaban los perros, simbolizaban para mí el sentimiento de la amistad, que es un valor irrenunciable, así deben ser los amigos… perros de bronce.


Perros de bronce, por Pablo Pastorella

“Finalmente la parra de glicinas había ganado una bicicleta, turquesa los racimos colgaban de las llantas golpeadas, antes pasamos por una fuente. Nunca supe si el cántaro es un pájaro…

Al bajar por las escaleras de granito rosado, dos perros de bronce y platería en el pasto, la vegetación era de un abandono premeditado… vi malvones, menta, farolitos chinos… Me preguntaba qué hacía en un jardín secreto, y por qué siempre había buscado un jardín secreto. Una mano, un perfume y un tono de voz me acompañaban.

La mano me soltó. Ya no la vi jugar con la vaquita de San Antonio, toda su gabardina se esfumó entre los adobes…

Recuerdo que en el centro estábamos. En un café estábamos. Me dijo que a un jardín iríamos, me llamó pez, y yo… que había buscado el jardín en la cábala, en la cartografía, en el idioma de los teros, jamás imaginé que estaría tras una antigua puerta entre paredes grafiteadas, la antigua puerta atestada de folletos, abrimos el candado con la clave de números que acerté en la tercera-123- era fácil.

Las palomas no viven en lugares feos, acá está lleno y están volando en círculo, cuando las palomas vuelan así, es porque algo va a suceder no fallan nunca, entonces… cuando pasa algo………. pasa eso. De una niña bruja me lo aprendí, con el número 15 gané mis dineros.

De Fotos un álbum y un violín destrozado encontré en un baúl metálico, pintado amarillo el baúl, impresos en las fotos estábamos el perfume que me trajo y yo siempre siendo otros y los mismos.

Nada mejor que hojear el pasado hacia adelante.

A este jardín pertenezco ahora… Las manos vuelven a la hora del té que es a cada rato, las tazas rotas también son porcelanas. Bajo el Damasco, nosotros y las Mantis, y todo nuestro bello y siniestro universo.”

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