Qué tristeza tan grande estar escribiendo estas palabras, que inútilmente intentan expresar el dolor y la incredulidad de despedir a un amigo como Sergio Embrioni.
Fue un ser adorable en todos los sentidos, una bellísima persona que con sólo estar cerca te impregnaba de su dulzura, su chispa, su buena onda. Un músico brillante que, a quienes portamos ciertos años, marcó para siempre como nos marcó aquella época idealista en que empezábamos a construir nuestras vidas soñando con un mundo más humano, más libre y más natural. Paz y amor, y la música era nuestro código.
El Sergio formó parte de aquello, fue protagonista. Él hacía y escuchaba esa música que amábamos. Pero además, la hacía con talento, con pasión. Algo no muy común por estos tiempos. O mejor dicho, en estos tiempos en que la pasión está puesta casi solamente en cosas materiales.
No fue su caso. Fue un idealista hasta el final de sus días. Y tal vez por eso, estaba tan solo. No encajaba en estas vidas tan apuradas que nos hemos sabido construir, sin tiempo para disfrutar y gozar, de los amigos, de la música, de la alegría. Ni siquiera tenemos tiempo para compartir el dolor, ni el nuestro ni el de los amigos. ¿Dónde estábamos mientras armaba el cadalso desde el que saltó al cielo?
Seguramente, deberíamos escuchar estos palos que nos da la vida para cambiar de actitud, tratar de poner un poco más de atención en los afectos, en las personas que nos hacen bien, en las cosas que nos emocionan y nos apasionan. Pero hoy, no mañana. Mañana siempre es tarde. Como ahora, que perdimos al Sergio para siempre.
En estos momentos recién compartidos entre muchos que lo quisieron, escuchando a sus compañeros de ruta Dimi Bass –de Alcohol Etílico- y Felipe Staiti –de los Enanitos Verdes-, más Daniel Sissini, de Cris, tocar juntos al pie del cajón con sus restos, a modo de gran despedida, las canciones que en algún momento compartieron, se sintió en el aire esa pasión y amor por la música que los hace, nos hace y lo hizo vibrar.
Tal vez, me pareció sentirlo, el Sergio, les movía las manos a sus amigos como pidiéndoselas prestadas para sentir una vez más la emoción de la música en su alma.
Sé que estaba entre nosotros, con ellos, en cada nota que interpretaban.
Fue algo hermoso de su parte, ese pequeño recital que nos brindaron quedará por siempre en nuestros corazones, en nuestra memoria. –¡Gracias, chicos!-.
Ahora lentamente regresamos a nuestras vidas, tratando de salir del estupor y el dolor de su ausencia. Un triste camino.
Hemos perdido otra bella persona, otro amigo del alma, otro gran artista y brillante músico. Un ser de luz al que deberemos visitar en nuestros corazones y los recuerdos que sepamos atesorar. ¡Chau Sergio querido! Nos reencontraremos sonando en una noche de aquellas…
En esta edición algunos amigos, sacudidos y unidos en el dolor, mandaron algunas líneas y fotos para recordarlo. Y Marciano Cantero, otro compañero de ruta, de los Enanitos Verdes, le escribió especialmente una canción, apenas supo de su partida.
Una forma con la que, humildemente, tratamos de mantener su llama encendida.
PD: los amigos esperamos sus cenizas para homenajearlo junto al río, con música y canciones, como corresponde, ya que su hermana Elena, nos aseguró que una parte de sus cenizas será para ello.

