Cumplir años es siempre, o casi siempre, un motivo de celebración, de alegría y también de reflexión. Al parecer, es una fecha que nos invita a hacer un balance, a repasar lo transcurrido y a proyectar lo que se viene.
¿En qué cambian las cosas cuando quien está de cumpleaños no es una persona sino un pueblo? Es probable que haya motivos para festejar. También es una posibilidad que no todos tengan el ánimo para hacerlo. Seguramente muchos pensarán en el origen, los comienzos. Otros preferirán concentrarse en lo que falta recorrer para estar mejor. Lo cierto es que con cada aniversario completamos una página más de nuestra historia como comunidad y aunque a veces parezcan fechas vacías o meramente simbólicas, es importante valorizar estos 170 años que Luján cumple este 11 de mayo.
Si pensamos en el nombre de nuestro departamento, hay que recordar que está asociado a la advocación de la Virgen de Luján, reconocida como Patrona de la República Argentina. Fue una promesa de fe la que le dio el nombre. Don Pedro Molina de Vasconcelos, un tropero que por el siglo XVIII viajaba a la capital en carreta, cayó gravemente enfermo en una de esas giras comerciales. Su deseo más ferviente era regresar a Mendoza, aunque sólo fuera para morir en su tierra natal. Sin embargo, como había oído hablar de los favores y milagros de la Virgen de Luján se encomendó a ella y le hizo una promesa: si sanaba sería un apóstol fiel, pregonero de su devoción en los pagos cuyanos.
El tropero mejoró y regresó a Mendoza con una imagen de la Virgen de Luján, como primer paso en el cumplimiento de su promesa. El improvisado oratorio que Molina de Vasconcelos creó y en el que los primeros devotos le rezaban a la virgencita, pronto fue quedando chico, por lo que ya en el siglo XIX comenzó a edificarse una capilla, que se ubicó donde hasta hace unos años se emplazaba el edificio de la municipalidad de Luján, frente a la plaza. En torno a esa capilla se fue gestando un pueblo. Lugar de descanso para arrieros y refugio para quienes luego continuaban su camino al sur o al oeste. Nacía la Villa de Luján.
Oficialmente, esto sucedió el 11 de mayo de 1855 durante el gobierno de Don Pedro Pascual Segura. El rango de municipio llegó en 1872 y recién en 1949 paso de llamarse “villa” a convertirse en la Ciudad de Luján. Algunos años más tarde, en 1964 y conforme a la Ley 3.075, queda establecido el nombre actual de nuestro departamento: Luján de Cuyo, anexo que se agregó para diferenciarla de otras ciudades argentinas con similar denominación.
Con el paso de los años, fuimos forjando una identidad, que tiene raíces ancestrales y aportes foráneos que también nos constituyen. Somos las acequias que idearon las huarpes y el sistema de riego que aportó el ingeniero César Cipolletti. Somos viña, frutal, olivo, petróleo y montaña. Por aquí pasó el ferrocarril y se construyó la primera obra hidroeléctrica surgida del genio de Carlos Fader, nacieron celebridades, exportamos talentos.
De todos los signos de nuestra esencia elegimos al Malbec para identificarnos ante la provincia, el país y el mundo. Será porque el mayor porcentaje de todo el Malbec que se cultiva en Mendoza se encuentra en Luján. O porque aquí existen viñedos muy antiguos que dan cuenta de un patrimonio vitícola y cultural inigualable. O por las características sobresalientes de los Malbec lujaninos, que nos siguen llenando de orgullo.

