miércoles, octubre 29, 2025
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La soledad… un mal de nuestros tiempos

Lic. Pedro V. Piemontesi*

     En los últimos años, las ciencias de la conducta humana han realizado observaciones interesantes acerca de los nuevos desafíos del hombre frente a las exigencias y obstáculos que encuentra. Fenómenos como el estrés, la ansiedad, las enfermedades psicosomáticas, la depresión, la violencia, entre otras, no son más que entidades surgidas del conflicto que supone el diario vivir y el enfrentamiento entre los anhelos y los logros reales que se obtienen en esa búsqueda.

Pero debemos señalar que un tema realmente preocupante de nuestra sociedad actual es, ni más ni menos, la soledad.

Desde la Antigüedad sabemos que el ser humano es instintivamente gregario, su tendencia a la grupalidad, a la búsqueda del semejante sea cual fuere el contexto lo lleva permanentemente a diseñar formas de encontrarse con otros y de establecer relaciones duraderas en el tiempo. Así, la socialización permite el intercambio de roles, la competición, el liderazgo, la imitación, el desafío, la cooperación y todo tipo de actividades en que el semejante esté presente. Sin embargo, el fenómeno de la soledad aparece oscureciendo las relaciones sociales sin ser, llamativamente, algo buscado. En la actualidad, además, el desarrollo de las comunicaciones supone la existencia de una búsqueda constante para que el “otro” esté presente, sea convocado; pero parece no ser ese el resultado. Cada vez con más asiduidad las consultas a psicoterapeutas refieren las dificultades en ese encuentro con “el otro”, o el fracaso de relaciones socialmente codificadas como, por ejemplo, el matrimonio, y se observa de manera alarmante el incremento de separaciones y divorcios, o la aparición de “nuevas formas sociales” como las familias ensambladas, las llamadas “segundas oportunidades”, etc.

     ¿Qué es, entonces, lo que está ocurriendo?

     En la actualidad existen varios fenómenos de mucha importancia. Uno de ellos es la velocidad inusitada que adquieren los cambios de las personas frente a nuevas responsabilidades. Así es, suponemos que el ser humano tiene un mundo interno dinámico, inestable, impredecible pero, a pesar de ello, para su salud mental anhela precisamente lo contrario, o sea la estabilidad, la coherencia, la consistencia de criterios y valores, el reconocimiento justo de sus logros. Pero la sociedad actual imprime al tiempo de las relaciones sociales una velocidad superior a la que el humano puede adaptarse. Hoy por hoy todo lo que significaba seguridad, estabilidad, coherencia, es inmediatamente sustituído por cambios de escenarios, criterios y oportunidades.

Esto lleva a sensaciones de inseguridad, angustia y vacío. La vivencia interna de vacío es el primer síntoma que indica que la soledad llama a la puerta. Aquel que en su condición personal debe realizar cambios abruptos y constantes se encamina hacia la soledad, es decir, su aparato psíquico realiza esfuerzos en adaptarse a los cambios, el desgaste personal es así inevitable y esto conduce al debilitamiento de los vínculos con los otros. He aquí el segundo síntoma de la soledad: el debilitamiento de las relaciones con otras personas.

El vínculo afectivo

El segundo aspecto a  tener en cuenta es el manejo de las relaciones afectivas. Es así, al hablar de la soledad irremediablemente tenemos que mencionar el vasto campo afectivo de la psicología humana. Las personas se relacionan con sus semejantes a través de aspectos formales: competencia, autoridad, trabajo, etc. Pero especialmente por el vínculo afectivo que entre ellos puede formarse. Las emociones, los sentimientos y las pasiones son movimientos afectivos cuya formación es principalmente inconsciente, por lo cual no existe una previsión  matemática o estadística acerca de cómo una persona se relacionará afectivamente con otra. Además, las experiencias de la vida actual tiñen permanentemente la tonalidad afectiva con la cual las personas se relacionan unas con otras.

Es importante notar además que en la actualidad, en la consulta psicoterapéutica se observa cómo las personas están “atentas” a “qué” sienten afectivamente. Podríamos decir que hoy en día, el destino de los vínculos es un tema preocupante en todas las edades.

La soledad es un estado. Algo preocupante para muchos que trabajan constantemente para mejorar el vínculo con sus semejantes. Alguien acuñó la frase: “La soledad es una mala compañía”. Y tuvo razón, ese estado supone un vacío, una ausencia, una situación incómoda a la que hay que adaptarse a pesar de las exigencias del mundo actual.

Pero hay una luz de esperanza. Aquellos que son educadores, líderes, jefes, conductores, referentes, etc., deben entender que “no es bueno que el hombre esté solo” y deben incluir en su rutina y práctica profesional la contención de las personas para que se sientan parte de un proyecto, para que se sientan tomadas en cuenta. En definitiva, para que la soledad deje de ser … una sombra.

La vivencia interna de vacío es el primer síntoma que indica que la soledad llama a la puerta.                                                                       

* Psicólogo. Docente de la Fac. de Psicología de la U. del Aconcagua y de la Fac. de Psicología de la U. de Congreso. Coordinador del Servicio de Asistencia Telefónica en Crisis (S.A.Te.C.) del 911 del Ministerio de Seguridad. Miembro de la Red Argentina de Suicidología. Mat. Nº 745

ppiemontesi13@yahoo.com.ar

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