Concepción Arjona ha sido decana de la Facultad de Ciencias Agrarias hasta hace poco. Tiene 72 años, está jubilada y su nombre hace sonar castañuelas.
Sus padres españoles, entraron a la Argentina cuando Conce tenía ocho meses. Charlar con ella ha sido un viaje patrimonial por una Chacras rural del ayer, saboreada, querida y vivida por ella.
Levitando con su relato, hemos vuelto a caminar por las calles silenciosas de un pueblito sin autos, recordando sus queridas maestras de la Escuela Teresa O’Connor.
Las bicicletas, el transporte por excelencia del pasado, columpian recuerdos de queridos vecinos como el bicicletero Don Cobos, esencial figura de reparador que ella visitaba a menudo por razones obvias. Podía ir desde su casa a la (Facultad) escuela en el casi juguete circular que necesitaba service permanente de tanto usarlo.
Su origen, de padres trabajadores, muy sencillos, hacedores totales de la vida la emocionan al evocarlos.
Su papá eternamente conectado con las tareas agrícolas, despertó tal vez la fuerte conexión de Conce por las plantas, los pájaros, el medio ambiente. Y digo tal vez, porque al escucharla siento como que viene de un mundo ecológico donde fue mariposa, cereza, álamo, olivo y vid a la vez.
Su amor por las plantas se explica desde una íntima simbiosis que nos permite pensarla flor y aromas frutales en otra vida, en otra dimensión vegetal.
Desde su Cátedra de Fruticultura los alumnos han aprendido que la investigación ecológica puede ir de la mano de la magia de la comunicación misteriosa del corazón con la vida verde y animal.
Cuando recuerda que desde muy niña sintió la necesidad de llenar su casa de plantitas porque su mamá trabajaba todo el día y no tenía tiempo para cuidar plantas, sentimos y entendemos cómo empezó a construir y forjar un amor casi filial entre ella y el medio ambiente.
Por todo ello no fue casual su identificación con el ingeniero Jorge Tacchini y su esposa Emma Welkerling en cuya Cátedra trabajó.
La partida del ingeniero Tacchini, la revitalización de su libro Historia de la Facultad de Ciencias Agrarias, en el cual ella tanto colaboró para su impresión y difusión, nos permiten rescatar la riquísima personalidad de la ingeniera Arjona en cuyo quehacer ha podido aunar lo mejor de la condición humana que es la universalización e integración de lo científico con lo misteriosamente afectivo de algunos seres especiales en comunión permanente con la naturaleza.
Los alumnos de esta Ingeniera han podido recibir el encantamiento de Chacras, un pedacito planetario contenedor del mundo rural hecho de elixires y colores.
Un orgullo tenerla entre los maestros de la Belleza.
Onelia Cobos