El Compadre, siempre presente
Era tiempo de los festejos de fin de año en Correveidile, cuando organizábamos la foto de tapa con los Destacados del Año: esas personas que habían pasado por nuestras páginas durante ese período. Se armaban encuentros de lo más simpáticos, una verdadera celebración vecinal que todos disfrutábamos a pleno.
La barra para el brindis era uno de los pilares del festejo. En esta ocasión, año 2014, estuvo a cargo de la vecina emprendedora Merlo, dueña de la fábrica de sidra, quien ofrecía su producto a los presentes. Destacados y amigos, todos sedientos y contentos, se amontonaban para probar los tragos que se preparaban a base de su sidra artesanal.
Y, como siempre desde el primer día de Correveidile, ahí estaba el Compadre, al pie del cañón. Ante la demanda creciente de bebedores que colapsaban el servicio, él no dudaba: tomaba el toro por las astas y colaboraba con total naturalidad para que la fiesta siguiera en orden.
Así fue siempre el Compadre Gabriel: colaborador entusiasta, solidario y profundamente empático. Fue uno de los primeros —si no el primero— en apoyar nuestro proyecto. Apenas se lo contamos, su respuesta fue inmediata: “¿En qué puedo ayudar?”.
Al principio, nos regalaba sus hermosos relatos, casi siempre inspirados en anécdotas vecinales de este pueblo entrañable que supo ser Chacras de Coria. Pero al poco tiempo, asumió la responsabilidad de la Editorial. Y claro, eso solo fue posible porque su mirada —tanto sobre el proyecto como sobre la vida misma— coincidía plenamente con la nuestra: una impronta vecinal y los valores de la vida sencilla.
En Correveidile, y en nuestros corazones, sentimos una doble pérdida: la de un compañero imprescindible en este medio y la de un amigo entrañable. Cuesta decir adiós al Compadre.
