Hablo de ese que colma la medida de nuestros pensamientos y los vuelca en palabras, tiempo, acciones, obras, derramándolos en nuestro entorno familiar, de amistades, vecinal, comunal y en cuantos se nos crucen en nuestro diario andar.
Qué importancia cobra ese gesto amable dado a un desconocido; no sabremos, tal vez, de inmediato el bien que le pudimos hacer; acrecentando la confianza de un ser humano a otro, “abriendo ecos dentro del corazón, dejando que la imaginación”, la voluntad, los sentidos, la afectividad se ensanchen como los círculos provocados por algún objeto en un quieto estanque de agua, descubriéndonos esa sonrisa que nos brota en el interior y que podemos o no desbordarla en nuestros labios.
El enriquecimiento lícito también llena nuestra alma cuando siendo los únicos beneficiarios tomamos a nuestro cuidado a la naturaleza, ese prodigio de la Creación, con todo su bagaje, es decir los tres reino: animal, vegetal y mineral.
¡Cuánto nos ha sido dado! ¿Estamos conscientes de ello?…
Podemos ser millonarios, librando cheques al portador con sentimientos de solidaridad, amor, y otros gestos que seguro viven en nuestro corazón.
Nos enriquecemos lícitamente de intentar ser mejores personas. No nos enrosquemos en nuestro malos momentos, que solo minimizan la sensibilidad de Ser Humanos, no nos durmamos en el “veo lo que debo hacer y hago lo que quiero” (S.P.)
Nidia Dupré

