Una infinita fila de vehículos fluye imparable a lo largo de Viamonte, Pueyrredón, Besares, Darragueira.
Un ruido ronco, distinto al fluir del agua en las acequias en bajada veraniega desde el pedemonte, nos envuelve cuando encaramos el trabajoso intento de cruzar esas calles.
La “modernidad” del transporte ha invadido Chacras. 4x4s de todos los tamaños y colores anonimizan el asfalto.
Las calles intentan porfiadamente permanecer angostas para pulsear la batalla con la prisa del presente.
En medio de tanto nuevo transporte, una vieja rural Fiat 1500, desvencijada y maltrecha por el uso y el peso de su carga distribuye transparencias o vidrios para puertas, ventanas y muebles.
Ernesto Tejo, el vidriero del pueblo, asume con orgullo el desparpajo del vehículo. Sólo el asiento frente al volante permite sentarse, el resto es espacio para la mercadería.
Su antiguo motor rectificado funciona de maravillas.
En las frías mañanas del invierno o en las tórridas tardes veraniegas, el vidriero confía en su servicio inagotable.
El sugestivo material acarreado conecta espacios, negando el efecto espejo e invita a ver más allá, como hoy hemos visto que su presencia nos deja ver el colorido y pintoresco toque de un Chacras de Coria que alguna vez fue sencillez, memoria del agua en Pueyrredón, verdulería en colectivo azul del Nene Agustín, el solidario auto de Adelina Crescini.
Tal vez su dueño no sabe que su vieja rural es un elemento mágico con transparencias que dejan ver en el recuerdo presencias de un tiempo fuera del tiempo.
Por Onelia Cobos


