lunes, octubre 27, 2025

Editorial

Este otoño de 2010 nos trae grandes e importantes fechas para la alegría y la reflexión.

Hace unos días celebramos el bicentenario de nuestra nación. Entonces, doscientos años atrás, el proyecto del primer gobierno patrio fue un proyecto incierto, titubeante. Hoy festejamos en todos y cada uno de  los rincones de nuestro país. Por todos lados actos y celebraciones de un pueblo que, a pesar de las diferencias, por momentos disfruta el estar unido.

Otro acontecimiento importante por estos días es el comienzo de un nuevo campeonato mundial de fútbol, circunstancia convocante y aglutinadora de voluntades, sueños y esperanzas si las hay. Apasionados como somos, mientras dure el evento los argentinos estaremos hermanados, con las diferencias que a diario nos separan, diluidas y guardadas en el cofre del fanatismo. Además de la euforia del fútbol, nos embriaga la ilusión de que podríamos vivir siempre así, con “la argentinidad al palo” diría la Bersuit, con la mano, la mirada y el alma extendida al compa, al amigo, al viejo, al de enfrente, al desconocido, al diferente.

Sería importante interpelarnos qué nos anda faltando para poder convivir integrados y mancomunados de manera natural y no sólo cuando los festejos nos convocan.

Sería bueno preguntarnos también, en este punto de inflexión que implica el Bicentenario, cuál es el rol que estamos dispuestos a asumir los argentinos en los destinos políticos de nuestro país. Esto no implica que salgamos a afiliarnos a algún partido político. Sino que definamos honestamente hasta qué punto estamos dispuestos a cambiar festejos por esfuerzos, euforia por solidaridad y el bien común por el bienestar individual.

Si no participamos desde lo social, desde lo comunitario, desde el barrio o la escuela o el club le estamos cediendo ese lugar de privilegio a la clase dirigente, nuestros representantes según nuestro sistema político, con quienes muchos de los ciudadanos comunes no comulgan o, lo que es peor, no confían.

Entonces, cómo siempre decimos en este espacio, y a riesgo de parecer repetitivos, como comunidad debemos convertirnos en protagonistas de la solución de nuestros propios problemas. Nadie mejor que nosotros mismos la conocemos. Afortunadamente nuestra comunidad, va dando señales de compromisos solidarios, hay ejemplos de ello. Pero aún no es suficiente.  Hace falta mucho más esfuerzo y sacrificio.

Tampoco desde el lado de nuestra dirigencia la cosa es mejor. Nuestros dirigentes y funcionarios hablan de la participación vecinal como sus más devotos militantes, pero en la realidad cuando una comunidad participa, reclama, organiza y sobre todo si  controla –especialmente- es tildada de “demandante” por decirlo elegantemente. Porque en realidad, a nuestros dirigentes la participación de los vecinos los complica, ya que cuando existe no pueden hacer lo que quieren, que casi siempre coincide con medidas ajenas al interés de la comunidad.

Es bueno saber que el concepto de política pública implica la participación comunitaria.  Es decir que tiene que haber sido construida con la participación de la gente común, del vecino, de los directamente interesados, sentados a la mesa de la toma de decisiones y no solamente invocados desde el discurso demagógico.

La relación de nuestro pueblo con la política ha ido variando a lo largo del camino que los argentinos llevamos recorriendo en estos 200 años de la construcción de nuestra patria. Es hora que comencemos los tiempos de la democracia participativa que nos está haciendo falta. Aún nos siguen quedando como asignaturas pendientes la inclusión social, la construcción de una sociedad donde la educación y el acceso al conocimiento igualen las oportunidades y reinstalen la movilidad social ascendente que perdimos; un país de instituciones sólidas y habitantes orgullosos de ser parte de él. Pero con un orgullo que trascienda el acto de colocarse la escarapela en el pecho para un acto patrio y se manifieste en el compromiso diario de participar cada día en la construcción de un pueblo hermanado, feliz y responsable.

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