Milly Delhez
La Fuerza del Origen testimonia su presente
Milli Delhez sigue, tras el arte, dejando la impronta de un deseo apreciado de sombras que atesoran su origen en el desliz de la arcilla anunciante, un logro calcado de formas y suspiros aliados al tacto que se dejan ser. Ese infinito, insoslayable, advierte el ritmo de una armonía tan íntima como deseada.
La inquietud es intensa, intimida la piel en la forma, en esa adherida manía al liberar la imagen, impregnada de abrazos entre piel y tierra. Todo es una gama de pinceladas, que acuden a la representación de haceres significantes.
Entra y palpa, deja el ímpetu que atesora siempre un perfil intenso. Afianza un legado intrínseco, quizás aferrado a una intriga, sabiéndose originaria desde y hasta el pasar de los momentos donde la imagen intenta ser. Transita persistente y adherida a un respirar profundo.
La artista se queda siendo, haciendo. No hay un trasluz, hay un volver a ella misma sostenible en la costumbre, haciéndose. Llega y rastrea lo ancestral en el plano de un ahora, en el rol de un presentir. Artista de la forma tinturada en la piel que tatúa la arcilla, apasionada siempre trasladándose.
Su taller la deja, en origen y permanencia, hasta en la pura manía de la nobleza que no confunde la envoltura de lo genuino, de lo que la deja ser. Nobleza de tacto en el decir originario la remite a la creatividad trasparente de imágenes, dejándose decir. Colores, paletas, atriles, luces y sombras, matices de una atmósfera envolvente.
Artista de lo macro y de lo tan ínfimo, como el deseo que acuna la piel al palpar y seguir en un dejo de pasión artística sin medidas.
La artista diluida en el decir de sus obras absorbe y transpone en la materia la imagen, haciéndose tierra y sombra.
Este suelo mendocino suelta sus virtudes ante el arraigo artístico a tanta vitalidad en su genio.-
Por Raquel Aznar
Docente. Artista de la Palabra