Ser amigo es aprender a cultivar con destreza el dificultoso arte de la convivencia humana. Consiste entre otras cosas en saber callar a tiempo y auxiliar con discreción antes de que se lo solicite.
Ser amigo es pasar por alto las faltas ajenas, para detenerse sólo en sus virtudes. Es disfrutar de mutua confidencia e íntimas confesiones con alguien que comparte idénticos afanes, historias, gustos y anhelos. Sin embargo cuanto es más valioso querer jugarse por aquel que es diferente, no coincide con nuestros puntos de vista y se mueve en las antípodas de nuestro ámbito, pero nos conoce en profundidad, se preocupa por nuestra salud, bienestar, felicidad y respeta nuestros amores.
Ser amigo es saborear como propios los éxitos ajenos y sentir desgarrarse nuestras entrañas ante su dolor. Es tener la prudencia para no exigir más de lo que ese compañero o compañera puede otorgar.
Ser amigo es saber que en ocasiones habrá monólogos, de uno otro lado, que no buscan consejos sino un canal de desahogo. Es escucharlo aún en sus letanías y descontentos injustificados. Ayudarlo a buscar la par que se le escapó entre las manos. Darle nuestro tiempo, aunque sea escaso y tratar de disipar los fantasmas que lo atormentan.
Ser amigo es no tener vergüenza de llorar ni molestarse porque el otro se derrumba. Es pedir perdón y concederlo. Es no envidiar y acompañar en las malas al que sufre, aunque hace mucho que no lo vemos.
Ser amigo es llamar primero después de un enojo, golpear su puerta, evocar un recuerdo o un nombre en el momento justo. Es poder equivocarse, distraerse, no cumplir y ser comprendido. Es disentir, discutir, gritar y terminar en un abrazo.
Ser amigo es no horrorizarnos ante sus imperfecciones, tampoco idealizarlo, no juzgar sus debilidades y por el contrario apreciar sus cualidades. Un amigo es aquel que nos defiende cunado otros nos condenan.
Si logramos con amor y sinceridad gestar en nuestro interior esos sentimientos, no estaremos solos en los momentos difíciles, porque sin duda alguien nos aliviará en los angustiosos trances de nuestra esencia y hasta intentará salvarnos aún en las merecidas caídas.
Eduardo Reig

