Muchos de los que vivimos y amamos este lugar vemos con tristeza cómo día a día lo van despojando de su identidad. A aquel pueblo tranquilo con aire de vacaciones, con sus calles arboladas, su aire limpio y fresco, sus antiguas casonas y edificios cargados de historia poco a poco lo va invadiendo el asfalto, el cemento, el tráfico, la contaminación, los centros comerciales.
Mientras algunos creen que esto es un signo inevitable de “desarrollo y modernidad”, en otros lugares del mundo se considera “progreso” proteger espacios verdes, conservar el aire puro, promover ciudades con menos tráfico, con más accesos peatonales y de bicicletas y, en caso de que lo requieran, acondicionar sus construcciones respetando su arquitectura original y sus fachadas.
Estamos cansados de ver árboles que se cortan sin autorización y nunca son replantados, construcciones que exceden la altura permitida o terrenos que no respetan el tamaño que establecen las normas vigentes, veredas que nadie repara, edificaciones típicas de nuestro lugar que se destruyen para dar espacio a locales urbanos, muchos de los cuales permanecen vacíos a través de los años y dan mayor aspecto de abandono.
Es un hecho que nuestro pueblo ha crecido mucho últimamente, pero así también son numerosos los casos de lugares que han sabido acomodarse a las demandas de la nueva población sin perder su fisonomía. Nuestra querida iglesia, por ejemplo, que pudo ampliar sus instalaciones manteniendo su arquitectura colonial, plantando árboles nuevos y mejorando sus jardines, así como algunos restaurantes y cafés de calle Mitre que brindan sus servicios habiendo conservado y aún mejorado sus antiguas construcciones. También han surgido nuevos emprendimientos cuyos dueños se han preocupado por conservar árboles y espacios verdes.
Gente de Chacras, podemos pedir, participar, denunciar, poner nuestro granito de arena para que la palabra “modernidad” signifique cuidar, proteger, mejorar y no llevarse consigo el espíritu de nuestro querido pueblo.
Por Marcela Abramo
